El otro lado de la medalla

No nos andemos con rodeos: las elevadas promesas de cómo la Copa Mundial Masculina 2014 mejoraría la vida de la gente de Brasil estaban vacías. Por el contrario, la Copa del Mundo más cara de todos los tiempos no solo fue una amarga decepción para los fanáticos del deporte del país, sino que los costos económicos y sociales pesarán mucho sobre Brasil durante mucho tiempo.

El torneo costó al menos 8.5 millones de euros, más del doble que la Copa del Mundo de Sudáfrica en 2010. Alrededor del 85 por ciento de esa cantidad no se financió de forma privada como se había prometido, sino que consistió en dinero público y préstamos. Sin embargo, el gasto no generó un impulso de crecimiento económico. Se estima que el crecimiento económico de Brasil para todo el 2014 estará muy por debajo del uno por ciento, y aún no está claro cuánto de eso se remonta a la Copa del Mundo.

Los costos sociales, por el contrario, fueron altos. Varias estimaciones sitúan el número de personas desplazadas o amenazadas de desalojo en hasta un cuarto de millón. El derecho humano a una vivienda adecuada fue violado sistemáticamente. El prometido desarrollo de la infraestructura de transporte público demostró en gran medida ser una quimera. Los fondos se destinaron principalmente a la expansión y conversión de aeropuertos y rutas de acceso, sin ofrecer ningún beneficio a la mayoría de los brasileños. Las grandes protestas de 2013 mostraron lo que realmente necesitan: escuelas, clínicas, transporte público funcional y confiable, idealmente hasta los «estándares de la FIFA», como se puede leer en los carteles de los manifestantes. ¿Y ahora? Al albergar los Juegos Olímpicos de Verano de 2016, Brasil tiene una nueva oportunidad de aprender de sus errores y demostrar que los megaeventos deportivos pueden beneficiar al público en general. Una vez más, las promesas son tentadoras: un nuevo tranvía en la zona portuaria, rutas rápidas de autobuses, líneas de metro nuevas y más largas y tratamiento de aguas residuales para toda la ciudad. Las aguas de Río se volverán más limpias: en su apuesta por los juegos, la ciudad prometió reducir la contaminación en la Bahía de Guanabara en al menos un 80 por ciento. Se prevé que el sector privado cubra una parte significativa del financiamiento.

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